domingo, 20 de diciembre de 2020

Una mariposa en pandemia

Hace unos días se me apareció una mariposa en pandemia.

Salía al balcón, como se volvió costumbre en estos meses, a tomar un poco de aire y sol para descansar del forzado encierro de solo paredes.

Era una tarde agradable, una hora tranquila del barrio… pero la pandemia imprime en todo lo que solía ser disfrutable una pátina opaca.

Destiñe los colores del día.

La pandemia: este tiempo gris.

Y de repente apareció una mariposa y la intensidad de la vida volvió de sorpresa.

Mi balcón tiene un enrejado cuadriculado y por allí encontró el modo de pasar una mariposa.

Tenía sus alas de un color anaranjado, con algunas manchas marrones y las batía con rapidez alegre.

Se posó delante de mí. Sobrevoló unos minutos una planta y luego otra. Y se fue tan de repente como vino, atravesando otro cuadradito de la reja.

Además de regalarme un momento de inesperada belleza, me dejó pensando… pensando en la irrupción, en el contraste del aparecer de una mariposa en una pandemia.

Realizó con su literalidad su metáfora: una transformación, una escansión, una suspensión del tiempo denso del encierro súbitamente desplazado por el liviano transcurrir de un instante ligero.

Pensé en la pandemia y las transformaciones.

Pensé en la metamorfosis.

Pensé en la vida normal que hoy ya no es. En lo cotidiano perdido.

Pensé en las alas arrancadas. Pensé en las pieles arrebatadas.

Los olores, los sabores.

Las texturas clausuradas por plazos indefinidos.

Pensé que éramos mariposas y nos volvimos orugas.

Un retroceso del proceso de la vida.

Una evolución invertida.

Como brazos que se metieran de nuevo en el cuerpo

Y de un momento a otro ser un mero torso inhibido

que recuerda, anhela, alucina los habituales abrazos

como si fueran ahora un miembro fantasma.

Una amputación de las alas del cariño.

Pensé en el reducirse de la vida. Pensé en las rejas del miedo.

Pensé en lo mortífero.

Pero igual a veces, sin esperarlo,

La vida vuelve

Como una mariposa repentina.

Una iluminación en el dolor.

Un retorno de la piel.

Una soga imprevista que nos arranca del pozo oscuro de la soledad enemiga.

Un encuentro. Un descubrimiento.

Una restauración del posible después,

Del horizonte, de la expectativa,

Del proyecto.

Abrazos que nos devuelven las alas.

Miradas que resucitan los colores.

El perfume de un nuevo inicio.

Volver desde un purgatorio inmerecido.

Sentir que se re-anuda la vida:

Se regenera la dermis afectiva.

Nos crecen de nuevo los brazos, las piernas, los labios.

Se desvanecen los restos fantasmas

Y se acallan las voces de los dolores.

Al menos por ese rato

en que nos presta su revitalizante belleza

La visita imprevista

de una mariposa en pandemia.