Para Pablo, Noe y Santinuchi
1. El premio de Pablo
Me quedó
clavada en la memoria una situación angustiante que pasé cuando era chica con
mi hermano Pablo. Estábamos en uno de los festivales de fin de año de mi
colegio. Yo estaba en la primaria y Pablo debería estar recién en primer o
segundo grado, o quizás todavía en el preescolar.
Los
festivales de fin de año tenían actos, buffet, baile, premios. Estábamos en el
momento del baile y alguien que animaba el festival dijo por el micrófono que
le iban a dar un premio a quienes mejor bailaban. El objetivo era animar a lxs
niñxs y padres a divertirse un rato. No recuerdo si mamá me dijo que fuera a
bailar con Pablo… probablemente no: no me extrañaría que yo lo agarrara a Pablo
entusiasmada con ir a bailar y de paso ganar un premio. Tampoco me extrañaría
que no haya tenido que rogarle ni insistirle mucho a Pablo: recuerdo con
claridad que de chiquitxs fuimos muy compañerxs. A él y a mi primo Hernán los
tenía de actores estables de las obras de teatro que planeábamos y
representábamos para nuestros papás los domingos a la noche, por ejemplo.
Así que la
escena que recuerdo con claridad total es la de estar con Pablo bailando,
contentos, con todas las ganas y claro, esperando que desde el escenario -del
que estábamos cerca- la persona que lo anunció por micrófono nos llamara para
darnos el premio por ser lxs que mejor bailábamos. Mi recuerdo de estar alegre
bailando con Pablo se va tornando traumático cuando recuerdo la angustia que
empecé a sentir… recuerdo estar agarrada de las manos de Pablo, recuerdo verlo
adelante mío, super contento, sonriendo, sonriéndome, y recuerdo que pasaba el
tiempo y no nos llamaban para darnos el premio… sigo viendo la cara de mi
hermanito chico que baila que te baila, y revivo ese sentimiento horrible de la
disonancia entre su alegría, el pasar del tiempo sin que nadie nos llame, y la
angustia que me inundaba mientras trataba de disimularla en mi cara para que
Pablo no se desanime… pero pasado otro buen rato, no pude más… la angustia se
volvió ataque de llanto y no recuerdo si primero fui a decirle algo a mi mamá…
pero sí recuerdo que fui al escenario y protesté llorando que cómo podía ser
que hacía un buen rato que nos estábamos matando bailando con mi hermano
chiquito y que no nos habían llamado.
Debo haber
presentado un argumento muy convincente, o quizás quien daba los premios se
conmovió de esa nenita que lloraba reclamando un premio para su hermano -porque
recuerdo que mi indignación era respecto de Pablo: bailaba y bailaba con su sonrisa
intacta, se merecía un premio: ¡¿por qué mierda no se lo estaban dando?! Como sea, agarré llorando un librito de cuentos que me dieron como premio y se
lo llevé todavía llorando pero un poco más tranquila a mi querido hermano.
2. La risa de Noelia
Dos cosas me
sorprendieron mucho desde el momento en que Noelia dio a luz a Santinuchi. La
primera fue apenas dio a luz: le habían hecho una cesárea porque nuestro
hermoso Santino andaba apurado -ahora que lo conocemos nos damos cuenta,
confirmamos, que este pibe es un adelantado: quiso nacer antes de tiempo, como
caminó rápido, habló desde los cinco meses y de repente se le ocurrió madurar y
dejar solo la teta, está claro: desde el mismo parto que está apurado por
comerse el mundo!
Volvamos a
la cesárea: se sabe que las mujeres tienen que permanecer después veinticuatro
horas sin hablar para que no les ingrese aire al abdomen que les genere
malestares. Muchas mujeres hablan igual y después les duele todo. Pero Noe
llegó a la habitación -donde la esperaba toda la tribu expectante del nuevo
baby nuestro- y no habló una sola palabra. Estaba totalmente tranquila, con los
ojos abiertos muy grandes, completamente consciente de la situación. No era que
nos estaba ignorando, de hecho usó una app para escribir cuando quería decir o contestar
algo, que reproducía lo que escribía como audio. Pero ella, que es charlatana a más
no poder (como somos varixs) no se tentó ni un momento en decir nada. Me
sorprendió: había una disciplina total. Es que se le notaba en la cara: lo único
que le importaba era hacer todo bien, recuperarse pronto para que la dejaran
ver a su bebé, que por su apuro por nacer tenía que pasar unos días en
neonatología. Ya sobraría el tiempo para relatarle a lxs demás todo lo que
había pasado.
La segunda
cosa que me sorprendió sucedió durante las primeras semanas y meses de Santi.
Noe inmediata, instantáneamente, fue una mamá feliz con su bebé. Tuvo esa
fortuna, que otras mujeres no tienen, de que su ser mamá de Santino fue
comprobación total de que ahí estaba su felicidad. Y ahí es donde vino la otra
cosa que noté: cuando Noe se ríe de alguna cosita dulce o graciosa que hace
Santinuchi, su risa tiene un sonido, una intensidad que yo, que la conozco hace
doce años, no se la escuché nunca, pero nunca antes.
3. Santinuchi
Entre el
premio que Pablo se merecía, se había ganado, que ya tenían que darle pero que
hubo un tramo de angustia y temor antes de que finalmente le hubiera llegado; y
la risa nueva de Noe, la de una alegría completa, la de una plenitud que sutura
la herida profunda que tuvo abierta durante tantos años; entre esas dos
anécdotas aparece Santino, mi Santinuchi, como regalo de la vida pero un regalo
especial: uno que fue muy buscado por ambos, un regalo que es premio de
plenitud pero que “no cayó del cielo” porque requirió no solo mucho deseo, sino
también mucho esfuerzo, mucho trabajo, y un tanto de dolor: que lxs hizo
atravesar un delay, un retraso que se sintió un poco enloquecedor, porque no
“salía”, porque hubo que pasar por médicxs y psicólogxs, y tratamientos, y
pérdida, y sensación de fracaso… desear tanto algo y que tarde en llegar… al
fin llegó pero todos sabemos que ese “mientras tanto” en que no está llegando
nos angustia, nos deshace en nuestras certezas, nos saca de quicio, nos
cuestiona la fe en que el plan puesto en marcha vaya a resultar. Ese “mientras
tanto” me hizo recordar la angustia del día que con Pablo bailábamos… y él ese
día, como durante la búsqueda de Santi, nunca dejó de bailar, nunca dejó de
poner su cuerpo para conseguir lo que quería. Pero de grande, no fue esa
sonrisa inocente de nene que sigue bailando lo que había en su rostro… también
había sonrisa pero como apuesta a que se iba a superar la angustia, el temor,
esos sentimientos que una persona tan sensible como Pablo obvio que siente pero
que, quizás, él no sabe transformar en palabras para contárselo a otrx y poder
desahogarse, llorar y putear un buen rato.
Ese
“mientras tanto” me hizo acordar a la Noe antes de Santi, que siempre fue una
mina alegre, laburante y pujante como Pablo, pero que en su seguir bailando la
vida no tenía la risa que tiene ahora… había sonrisas y alegría, porque Noe es
una mina divertida y con pila para llevarse el mundo por delante, pero también
aparecía cada tanto una mueca, un fruncimiento de labios, un cruzar apretado de
los brazos en el pecho, un enojo profundo que de vez en cuando se escapaba o se
escupía, pero que siempre interpreté como un resto de dolor que no pudo
perdonar y que por eso, se le volvía a veces volcán en erupción desde adentro.
Con Santi, ese volcán se secó. Con Santi, la vieja lava apagada se volvió
sonido que sale también por su boca pero ahora como música materna, como
canción de amor. Esa risa que le ilumina el rostro a ella equivale a la fortuna
total que Santino tiene sin saberlo aún: la de estar formándose como persona
con una mamá que antes que él abra los ojos, ya lo espera con una luz de
felicidad total también en sus ojos, una risa contagiosa que, junto a la plenitud que
se le nota a leguas también a Pablo por ser su papá, explican por qué Santino
es la dulzura hecha ser humano, una personita que siente curiosidad por el
mundo que lo rodea, un bebé que se adelanta en los tiempos normales porque se
nota que no puede esperar a comunicarse, a hablarle a su papá y su mamá, a mostrarles
él también que antes de saber del todo quién es y qué hace en este mundo ya
sabe algo que será su mejor fuerza para todo lo que haga en la vida: que es un
bebé muy deseado, muy amado, el premio de papá y la risa de mamá.
12 de septiembre de 2020