Vivo
abismada en un plano de lo real tan profundo como insoportable.
Calles
pavimentadas de preguntas. Sin esquinas donde descansar.
Me
interpela lo profundo, me llama… me llama adentro mío y adentro tuyo.
Un afán de
penetrar siempre más… siempre más.
Mi mente es
un falo.
Mi lengua,
también.
Me gusta
bucear-me.
Me gusta
bucear-te.
A veces
pido permiso, pero las más, no.
Me sale la
penetración en la profundidad como respirar.
Involuntaria.
Necesaria.
Honesta,
pero violenta.
Molesta,
sí. Intensa.
Una
posibilidad hecha habilidad, hecha hábito, hecha carne.
Hecha yo y
ya no otra cosa.
Me habla
antes de que piense si quiero abrir la boca.
Me vuelve
toda palabra, cuestión reflexión.
Soy falo
que penetra.
Pero
también labio hospitalario.
El silencio
es un esfuerzo pero no una solución.
Las
profundidades y yo hablamos un diálogo permanente,
a puertas
cerradas, a bocas cerradas.
A oídos
imposibles de ser sordos…
Que
escuchan desde adentro el rumiar de mi existencial excavación.
El mundo y
la vida se han vuelto un mar.
Profundo,
picado, voluminoso, inabarcable.
Me hundo
más de lo que nado.
Me ahogo
como un modo de la respiración.
Mis
pensamientos son branquias.
El peso del
cuerpo en suspenso me pesa.
No soy más
liviana en este mar.
Y sin
embargo es casa. Es hogar.
Un mar de
profundidades,
con oleadas
de argumentos,
y tormentas
de reflexiones,
y una costa
salvadora que siempre se busca
en el
horizonte interminable de la profundidad que me envuelve.
Una costa
que nunca llega.
Una tierra
prometida que no aparece.
Mi isla
profunda de agua y vida
me ahoga y
me deriva.
Me lleva
sola y a los otros.
Me llama y
los llama como sirena.
Encanta el
falo penetrante de la profundidad desconocida.
Puro labio
que recibe y da.
Que te besa
con las palabras que te hieren.
Creer que
es una violencia femenina,
una
violencia de transición,
de devenir,
evitable
pero irresistible.
No soy su
fuente sino su cuerpo.
Me llama en
vos lo que de vos me llama.
Y la boca
se abre,
Y las olas
rompen,
Y el mar te
traga.
En esta
boca femenina.
de
profundidades difíciles,
de caricias
cálidas,
de
preguntas necesarias,
de
cuestiones irresolubles.
Un beso que
es palabra y muerte.
Labios que
son sed y vida.
Penetrando
el mundo de lo profundo.
Donde pocos
viven pero todos pertenecen.
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