Sadismo (R.A.E.): 1. m. Perversión
sexual de quien provoca su propia excitación cometiendo actos de crueldad en
otra persona. 2. m. Crueldad refinada, con
placer de quien la ejecuta.
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Hoy volvió a mi mente un pensamiento,
un cuestionamiento más bien, que hace unos pocos meses me merodea. Pensé de
nuevo en qué está detrás de mi afán de “buscar la verdad”, mi impulso por ir a
ver, a bucear, a hurgar, a retorcer, por detrás o debajo o en el adentro más
profundo, de las palabras, las acciones, los modos de ser/hacer/pensar de los
otros. Pero no vino este pensamiento como mera pregunta, me vino como
auto-crítica, me merodea como cuestión, problema, porque viene con la sensación
de saber la respuesta: quizás se trate simple y llanamente de un cierto placer
en esa búsqueda-violencia. Cierta “crueldad refinada”. Cierta “excitación en
ser cruel” con otro. Cierto placer en “ejecutar” ese procedimiento quirúrgico de
escuchar a otro atentamente, analizarlo, sospechar de la conformidad de sus
palabras y su pensamiento o acciones, y mostrarle la sospecha: tomarlo de la
mano y conducirlo involuntariamente -con la sutileza de mi cara de nena
inocente y de mi facultad discursivo-argumentativa perfeccionada en catorce
años de práctica filosófica- a donde claramente no quiere ir, al frondoso,
espeso bosque de sus propias vueltas neuróticas, de sus laberintos sin salida
de lo negado-enceguecido, de la discordancia arrojadora de luz entre sus dichos
y sus hechos, entre su discurso y su oscura profundidad. ¡Y vaya que soy hábil
para pasearte de ese modo! Tan hábil como admirada, felicitada, incluso
agradecida, por mi capacidad analítica (“vos deberías ser psicoanalista”, me
han dicho más de una vez), por mi sagacidad, mi destacada a-gu-de-za: ¿no son
agudos los sonidos que ensordecen?
[Sinónimos de agudo: puntiagudo,
punzante, afilado; dicho de un dolor: vivo y
penetrante]
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En una de mis primeras entradas de este blog, publiqué lo
siguiente reflexionado acerca de “cómo quiero escribir”:
“Quiero abrazarte de manos y piernas, que se abra el suelo a
tus pies y hundirte conmigo hacia un mundo subterráneo, oscuro, confuso,
angustiante, hacia todo aquello que está bajo la superficie de lo que ves y
pensás… hundirte como una profunda penetración hacia vos mismo, arrastrado por
una mujer para ver lo que está ahí, lo quieras ver o no. Ejercer una violencia,
una violación de la negación, pero sin dejar de abrazarte, sin soltarte, sin dejar de hacerte compañía. Y que vos así,
aunque no lo hayas elegido del todo, también me acompañes a mí, me hagas un
poco de compañía en ese submundo al que no dejo de volver una y otra vez,
cuando voluntariamente me abismo, pienso y escribo.”
Pienso en la imagen erótica de ese fragmento y en la “perversión sexual de quien provoca su propia excitación
cometiendo actos de crueldad en otra persona.”
¿Será esa la excitación de mi escritura? ¿La “propia”
excitación de mi cruelescritura?
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Verdad (R.A.E.) (Del lat. verĭtas, -ātis). 1. f. Conformidad de las cosas
con el concepto que de ellas forma la mente. 2. f. Conformidad de lo que se
dice con lo que se siente o se piensa. 3. f. Propiedad que tiene una
cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna. 4. f. Juicio o proposición que
no se puede negar racionalmente. 5. f. Cualidad de veraz. Hombre de verdad 6. f. Expresión clara, sin
rebozo ni lisonja, con que a alguien se le corrige o reprende. U. m. en pl. Cayetano le dijo dos
verdades 7. f. realidad (‖ existencia real de algo).
Si detrás de tomarte la
mano con mi agudeza disfrazada de niña hay un impulso por “La Verdad”, entonces
con veintiséis siglos de respaldo de tradición filosófica occidental detrás de
mí solo estaría haciendo algo fundamental para la humanidad: buscar La Verdad.
Pero no es “La” es “tu”, es “tu-verdad”: ¿me dan derecho siglos de práctica a
hacer-te eso? ¿Quién dijo que era yo la que podía/debía buscar “tu” verdad? ¿Es
sentarse a charlar conmigo, vos que me conocés y conocés mi “agudeza”, pacto
tácito suficiente para que mi perversión sexual-escritural te tome como su
objeto?
Objeto de estudio. Objeto
de análisis. Objeto de crueldad. Objeto erótico.
Saber de vos como “saborearte”.
Como morderte. Como hacerte sangrar. Con un “juicio o proposición que no se
puede negar racionalmente” acerca de vos mismo. Con la inocencia de quien
simplemente emite una “expresión clara, sin rebozo ni lisonja, con que a
alguien se le corrige o reprende.” Reprenderte por ser humano.
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búsqueda.
1. f. busca (acción de buscar).
buscar.
(Quizá
voz de or. celta, y esta del indoeuropeo *bhudh-skō 'conquistar, ganar'; cf. celta*boudi- 'ganancia, victoria', irl. ant. búaid 'victoria' y galés budd 'ganancia'): 1. tr. Hacer algo para hallar a
alguien o algo. Estoy buscando un libro. 2. tr. Hacer lo necesario para
conseguir algo. Busca trabajo. U. t. c. prnl. 3. tr. Ir por alguien o recogerlo
para llevarlo o acompañarlo a alguna parte. Fueron a buscarla a su
casa. 4. tr. provocar (hacer que una cosa
produzca otra). U. t. c. prnl. Tú te lo has buscado. 5. tr. germ. Hurtar rateramente o con
mañas. 6. intr. Ven. Dirigirse hacia un lugar.
Todos los
sentidos que puede tener una búsqueda. Puedo buscar a alguien o algo… puedo
buscarte como humano, vida, precario; puedo buscarte como cosa, objeto. Puedo
hacer lo que sea para conseguir lo que quiero: extraerte tu verdad. Dar rienda
suelta a mi impulso cruel. Excitarme en mi crueldad realizada, refinada,
placentera. Puedo recogerte, re-cogerte, llevarte, acompañarte. ¿Te re-cojo
porque te deseo? ¿Te brindo un placer correlativo? ¿Te ofrezco la oportunidad
masoquista de un placer conmigo? ¿O te hago, mejor, compañía?
[… sin dejar de abrazarte,
sin soltarte, sin dejar de hacerte
compañía. Y que vos así, aunque no lo hayas elegido del todo, también me
acompañes a mí, me hagas un poco de compañía en ese submundo al que no dejo de
volver una y otra vez, cuando voluntariamente me abismo, pienso y escribo…]
¿Sos el compañero de mi inevitable masoquismo reflexivo, un
compañero fiel al que le cobro sádicamente el precio de que “me quiera” (hacer
compañía)?
Te provoco. “Tú te lo has buscado”. Produzco efectos. Uso el
poder que tengo. El poder de la agudeza. El poder de las palabras. El poder de
las preguntas. El poder de la sospecha. El poder de la trampa de la dicotomía
realidad/apariencia. El poder de la inocencia (una vez un hombre que adoro dijo
de mí hablando a otros, riéndose de mí, encontrándome inofensiva: “Tiene la
arrogancia de la niñez.”) El poder de la mano extendida y “vamos a dar un paseo”.
Te hurto una verdad que no sabías que era tuya (¿lo es?) con mis mañas,
rateramente. Una ratera que te saca palabras que no querés dar, contradicciones
que tenías guardadas, miedos de tu caja de ahorros. Ratera de lo no-dicho (hoy
mi amor me decía: “Si hubiera falta, ¿sería decible?”).
Tanta excitación, crueldad, placer de ejecución… y el
dirigirse a “algún” lugar. La búsqueda como dirigirse a “algún” lugar.
¿Y si no hay ningún lugar? ¿Y si no hay ninguna verdad? ¿Y si
toda búsqueda es fútil? ¿Y si sobre todo la de “La Verdad”?
Entonces quizás queden solo dos cosas: el silencio o la
escritura como frustración (si su raíz indoeuropea hace de "buscar" lo relativo a la "conquista", "victoria", "ganancia" pero al final no lo es, ergo, frustración -i.e., simple, divino modus tollens: si p entonces q; no q / no p).
Quizás todo el que escribe desde la frustración, en el
fondo, no se banca el silencio y solo quiere ser cruel con los otros.
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