jueves, 6 de diciembre de 2018

El cuerpo, de nuevo


¿Qué será lo que le hace el agua al cuerpo?
¿Por qué el rutinario hábito de la ducha a veces se siente como una huida 
cuando el agua caliente recorre el cuerpo
y la boca exhala el cansancio, el hastío, el hartazgo?
¿Qué seríamos sin el cuerpo?
Nada. No seríamos sin el cuerpo.
Y a veces lo obvio es lo que menos entendemos.
Escuchar música, ducharse, dejar que el agua abrace con su calor la piel tensa,
la espalda contracturada.
Acariciarse con el jabón como volviendo a un refugio.
Sentirse la piel.
Tocarse con las propias manos.
Esa sensación de novedad de algo tan simple: sentir-se. Tocar-se.
Descansar del agobio. Interrumpir el ritmo cotidiano.
No es la primera vez que escribo sobre el cuerpo, el cansancio, la música, la ducha.
Revivir porque no se vive realmente en el día.
Y el cuerpo.
El cuerpo, de nuevo.
Que pide música. Que pide agua. Que quiere danza. Que quiere pausa.
Que ahora pide escritura.
No transcribe. No traduce.
Escribe. Seduce.
A estos dedos que necesitan seguir tocando ahora el teclado,
decir el cuerpo que son,
el cuerpo que soy,
el cuerpo que somos.
Un cuerpo que es siempre un infante,
siempre demandante,
siempre necesitando, siempre reclamando.
Como nosotros. Como nosotrxs.
Escritura que no es inspiración: es respiración.
También respiramos con las palabras:
el cuerpo respira con las palabras.
Escribe y exhala.
Emana sentido.
No construye. No produce.
Regala palabras.
Dedos y marcas, garganta y aire, contracción y significación.
El cuerpo, de nuevo, que me habla.
Mi cuerpo me habla.
Me pide el agua, el corte, el momento, la escritura, el baile, el descanso.
Que se silencie la interioridad.
Que se calle un poco el mundo de lo diario.
Que le de los minutos, el derecho al tiempo:
el suspenso del agua,
la libertad de la desnudez,
el remanso del sonido que no se emite,
la danza de los dedos,
la musicalidad de la escritura,
el éxtasis de la pausa.
La revolución de por un momento ya no el antes y el después,
ya no la sucesión serial.
El cuerpo exige su tiempo-quietud paradojal
contra lo productivo-laboral-cerebral.
¿Qué tendrán en común ducharse, bailar y escribir
como un modo de esa versión feliz
de la soledad que se siente libertad,
que se siente con el cuerpo
en un modo significante del silencio?

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