miércoles, 19 de diciembre de 2018

El inconsciente es una corriente subterránea en el río de la conciencia


El inconsciente es una corriente subterránea en el río de la conciencia.
No sé si mar o río: pero volumen acuoso en movimiento.
La conciencia es un nombre del modo de vivir en un cuerpo, de ser un cuerpo, de ser en el tiempo.
A mí no deja de sorprenderme ese conocimiento desconocido que somos.
Ese flujo de saber con el que vivimos en lo más profundo,
y sin embargo es eso que no sabemos pero que nos habla.
El inconsciente juega con nosotros a las escondidas
y a las adivinanzas.
Arma escena. Pone signos. Da pistas.
Murmura en los temblores involuntarios de nuestro adentro.
Por eso lo traumático es ganarle la partida:
escuchar con claridad, de repente, eso que nos decía,
eso que de algún modo sabíamos,
eso que entender nos cambia la cara.
La verdad del inconsciente nos desfigura.
Transforma.
Libera pero también mata.
Ilusiones, deseos, proyectos, relatos que éramos sin saberlo.
La acción del inconsciente, en su ser corriente, en su mostrarse y esconderse,
baila la danza del relato.
Esa aventura del lenguaje de la que nos habló Barthes.
El trauma es captar la verdad, el sentido del relato:
ese haz de luz que como una daga
retrospectivamente ilumina -se clava, atraviesa- todos los indicios desparramados.
De repente se hace el sentido, como alguna vez se hizo la luz.
Pero es un modo vergonzante, hiriente, paralizador de la luminosidad.
Es que solo se puede iluminar lo oscuro.
Y lo oscuro vive donde se deja la luz apagada.
Ese obstinado ser de las cosas aunque no haya nadie para verlas.
La risa de esa cosa-verdad que sabe que su existencia
no depende de nuestro conocimiento.
Esos pensamientos que piensan sin que yo los acompañe.
Que transcurren también en el tiempo
y vuelven su argumento, relato.
Entender el tipo de relato que estábamos viviendo,
eso que unió una a una todas las cosas.
Esa trama que es corriente
que se teje en su desplegarse,
hacer onda,
romper olas.
El trauma de deshundir la cabeza del agua,
y dar la desesperada bocanada de aire,
mirando un cielo que es el mismo pero parece nuevo.
Después del sentido traumático del comprender lo in-consciente
ya no nos bañamos dos veces
porque no es el mismo río.
Ya no somos lxs mismos.
Y sin embargo es ahora
que somos nosotrxs
más que nunca.

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